Miguel desde pequeño sintió la necesidad de expresarse
por medio del arte empezando a estudiar piano, pero la
nota le aburrió y empezó a dibujar en el cuaderno pautado.
Encontrando de esa manera a expresarse por medio de las
líneas y después el color y desde entonces ha sido su
manera de vivir pasando por diferentes etapas, tales como
el terciopelo negro, que se pintaba para el turismo en los
años 60.

Inconforme con eso conoció a un maestro egresado de la
Escuela de Arte Plástica de San Carlos, Hector Castellón y
así decidió profesionalizar su arte.
La necesidad e inquietud de su vocación le hizo viajar
hacía el sur de México para superarse técnicamente dentro
de la plástica llegando a estudiar en el Instituto Potosino
de Bellas Artes. En el cual experimentó con diversos
materiales tales como madera, luces y sonido;
descubriendo la unidad de crear obras muy interesantes
y sin limites.
Camino al 100% por todas las bondades dentro de este
fantasioso mundo la inquietud creció a tal grado que le
interesó el muralismo, para poder así manejar grandes
espacios y tomó la decisión de inscribirse en el Taller
Siqueiros (único taller de mural en el mundo), en
Cuernavaca, Morelos.
Becado por el gobierno de San Luis Potosí, viajó a
Cuernavaca con la ilusión de llegar a ser muralista. No sin
antes hacer una prueba de solucionar espacios grandes, la
cual superó y logró ingresar al taller.